TERTULIA FEMINISTA LES COMADRES

Celia Amorós (Comadre de Oro 1996)

Página de Inicio
Historia
Jueves de Comadres
Orígenes
Nuestra fiesta
  Comadres y Felpeyos
Actividades
Agenda
Áreas de trabajo
Hemeroteca
Publicaciones
Libros
En la web
CD
De interés
Enlaces
Contacto

DEL 'COMADREO' FEMENINO AL PACTO FEMINISTA ENTRE MUJERES

La tertulia feminista "Les Comadres" de Gijón constituye, desde mi punto de vista, un caso verdaderamente ejemplar de cómo el feminismo puede recuperar y redefinir ciertas instituciones de lo que se ha llamado "la subcultura femenina". La fiesta de las comadres, como es sabido, tiene lugar en el contexto de la celebración de los carnavales, paréntesis festivos que se caracterizan por la permisividad para transgredir códigos fuertemente estructurados de la vida social, entre los que destacan aquellos que hacen referencia a la distribución de roles entre los géneros. Los carnavales, de este modo, ritualizan la representación del "mundo al revés": a muchos varones parece divertirles especialmente el disfrazarse de mujeres, y las mujeres, por su parte, pueden hacer inocentes "pinitos" en el espacio público saliendo a la calle "solas"; lo que es sinónimo de "sin sus hombres", de acuerdo con los peculiares criterios de sinonimia que el lenguaje patriarcal establece como obvios. Muchas de nosotras tenemos la experiencia de haber estado reunidas en un bar o paseando por la calle en un grupo compuesto de seis o siete mujeres y haber soportado al gracioso o a los graciosos de turno que se nos han acercado con el ingeniosos comentario de "estáis muy solitas". Un comentario tal equivale para ellos a mostrar, simplemente, su tarjeta de presentación como varones. Es el único trámite requerido en la ideología patriarcal para que se den por aceptadas sus candidaturas de acompañantes legítimos y legitimadores de lo que, sin ellos, es una reunión defectiva.

El lenguaje ordinario -"ordinario", desde luego, en los dos sentidos- tiene en varios idiomas expresiones acuñadas para designar una reunión compuesta "solamente" por mujeres. Lo hará poniendo en juego connotaciones naturalistas, relacionadas con el reino animal, como, por ejemplo, en la expresión inglesa "hengathering" -"reunión de gallinas"- o en la valenciana, muy expresiva, "dos dones i un pato, mercat" -"dos mujeres y un pato mercado"-. Una vez más, se trata de poner de manifiesto que "lo femenino" no pertenece al ámbito de la cultura, sino al de la naturaleza; su lenguaje es "parloteo", "cháchara", "cotilleo", "comadreo" se dirá, incluso, denigrándolo al homologarlo con los sonidos inarticulados de los que se ha desmarcado, precisamente, el "logos" del homo sapiens. Pero la denostación de la constitución de las mujeres en grupo se lleva también a cabo por otras vías diferentes a las de la naturalización; las reuniones de mujeres "solas" pueden convertirse en el lugar de la proyección paranoica del imaginario masculino que les atribuye designios conspiratorios y las denomina en consecuencia "aquelarres", reuniones de brujas. Ahora es lo sobrenatural, afectado de signo negativo -la bruja atenta contra el monopolio masculino en el control de lo sagrado a la vez que contra la prohibición que ha pesado secularmente contra las mujeres de ser sujetos de pactos; tiene pacto con el diablo -lo que viene a conceptualizar a la agrupación femenina que se sustrae a la mirada y a la presencia del varón-. Así pues, las mujeres como grupo, reunión concertada, sólo encuentran su lugar en las representaciones patriarcales bajo la simbólica de la naturaleza como lo infrahumano o de lo sobrenatural en tanto que sobrehumano; no parecen tener cabida en el plano de la percepción normalizada de la sociedad y de la cultura. Y como si la sociedad y la cultura patriarcales lo supieran les dejan a las féminas una válvula de escape precisamente en la festividad de los carnavales, fechas señaladas y precisas en las que se da un consenso para que el mundo se ponga "patas arriba" y se tolere que las señoras respetables regresen a sus hogares un poco jacarandosas bajo las brumas del licorcito compartido con "las comadres". Comadres, es decir, mujeres vinculadas por un hijo o una hija respecto al cual una de ellas encarna la maternidad biológica y la otra la maternidad de adopción, la maternidad iniciática en ese ritual de pasaje hacia la vida regenerada que en nuestras sociedades viene simbolizado por el bautismo. La sociedad patriarcal deja ese espacio de subcultura femenina que podríamos denominar, parafraseando el título del libro de la autora italiana Luisa Muraro, El Orden Simbólico de la Madre, "el orden simbólico de las comadres".

Pues bien, nuestras "Comadres" de Gijón han tomado esta institución como emblema para reconvertirla en una tertulia feminista. Se han apoyado -¿por qué no?- en lo que es un signo de identidad femenina incardinado en su propio medio cultural para transcender su significado de origen, reinterpretarlo y darle un giro emancipatorio. El espacio femenino socialmente sancionado en tanto que definido dentro de unas coordenadas temporales precisas, las del paréntesis carnavalesco que deja en suspenso las normas, se transforma en un espacio normalizado donde la reunión de mujeres se autoinstituye por sus propios fueros y se inscribe en las representaciones del "mundo al derecho". De este modo se autoadjudican nuestras comadres su derecho al espacio, al tiempo y a la palabra, articulando las relaciones entre las mujeres en un nosotras/sujetos. Debaten, convocan, representan una fuerza viva de irradiación política y cultural e imparten, justicieras, premios y castigos a quienes, respectivamente, colaboran a promover o sabotear el progreso en la dirección de la igualdad entre los sexos.

Y a los hombres que quieren monopolizar el espacio público les describen su situación diciéndoles: "estáis muy solitos". Muy solitos en las Academias, muy solitos en la ejecutivas de los Partidos, muy solitos en los gobiernos y en las cumbres. ¿Cómo podéis estar tan solitos?. Vuestras reuniones son defectivas, hay en ellas algo deficitario. Pretenden, sin mujeres, representar lo neutro y encarnar lo universal. Sí, las comadres saben muy bien en qué consiste ese déficit. Déficit de legitimidad democrática. Usurpación por los varones del ámbito de lo público, investidos de portadores del logos. ¿No es acaso esa impostura, esa exhibición de disfraces, el verdadero carnaval?

No pararemos las comadres hasta conseguir que se perciban los aquelarres de varones solos como carnavales, festivales legítimos en el ámbito de paréntesis bien delimitados de tolerancia, socialmente funcional, para la representación del mundo al revés. Con la vista puesta en esta reversión del mundo al revés de la cotidianeidad patriarcal, celebremos, comadres, nuestros pactos entre mujeres porque cada vez estamos menos solitas, somos más y más. Celebremos, pues, los carnavales inocentes que vosotras habéis sabido llevar de la subcultura femenina al feminismo.

Gracias, comadres, por haberme integrado honoríficamente en vuestro club. Gracias porque me he divertido mucho bebiendo sidra a la salud de las comadres y porque me habéis dado y me seguís dando mucho que pensar.

Inicio página | Contacto | ©2005 Tertulia Feminista les Comadres